jueves, 2 de marzo de 2023

La guerra sucia y una reflexión sobre migrar. "Tomás Nevinson", de Javier Marías.

 Sobre la guerra sucia contra ETA:

En 1999 apareció muerto en un descampado de Rentería, en Guipúzcoa, Geresta Mujika u ‘Oker’ o ‘Ttotto’, con un tiro en la sien derecha y dos muelas arrancadas de mala manera. Fuentes policiales y judiciales hablaron de suicidio con desparpajo, no así la prensa batasuna; claro está. El segundo dato era insólito, y se señaló el absurdo de que, siendo diestro Geresta Mujika, se hubiera encontrado junto a su mano izquierda la pistola Astra de calibre 6,35 con la que se habría despachado al otro mundo. Tiempo después, en 2001, en una entrevista periodística, el ex-General Sáenz de Santamaría, asesor antiterrorista de los Gobiernos del PSOE entre 1986 y 1996, aludió a aquella muerte sin muchas ambigüedades: ‘Hay también guerra irregular. Supongo que sí. —Él prefería ese vocablo antes que ‘sucia’—. Los comandos no se entregan solos. Incluso ha aparecido algún muerto con un diente extraído a martillazos. Después de morir no se pegan martillazos en la boca. —Y añadió—: No lo digo como crítica. No hay más remedio que emplear la guerra irregular contra unos tíos que vienen a matar por la espalda. Está bien el Estado de Derecho, pero no se puede llevar hasta sus últimas consecuencias, porque quedaríamos en manos de los terroristas’. Era el mismo que en 1995 había declarado en otra entrevista, según me había ilustrado Pérez Nuix: ‘En la lucha contraterrorista, hay cosas que no se deben hacer. Si se hacen, no se deben decir. Si se dicen, hay que negarlas’. Al cabo de seis años, ya no hizo exactamente lo último. Claro que sus palabras fueron ‘Supongo que sí’, porque por entonces ya no era asesor del Gobierno. En 1996 había sido inculpado por un juez, pero la cosa no pasó de ahí. Prestó declaración ante un magistrado que lo dejó en libertad sin fianza. Murió con ochenta y cuatro años, en 2003.

Sobre cambiar de vida.

Uno se traslada a un sitio sin saber que se verá atrapado, que montará allí un negocio o su vida entera, que se casará y tendrá hijos locales y se incorporará a sus costumbres, y que los tiempos provisionales se convertirán en perpetuos. Que cada vez le parecerá más difícil salir del lugar, que primero le dará pereza abandonarlo y más tarde le dará temor, como si la existencia extramuros entrañara riesgos extremos, adentrarse en el océano con un anticuado velero que ya ha olvidado gobernar.