"Si la gente dejaba de beber, me sentía molesta, porque significaba que se acababa la noche, y la vida real recomenzaba, y otro día se me echaba encima."
"Otro sentimiento nació antes, casi desde el principio, en cuestión de horas, de la noche a la mañana, cuando volví a verlo al día siguiente, y era una especie de fascinación, o de ofuscación. Se me metió en la cabeza y ofuscó todo lo que tenía en la mente. Se apoderó de gran parte de mi mente y, de ese modo, para mí se convirtió en un obstáculo: tenía que evitar pensar en él, sortearlo, para pensar en otra cosa, y si conseguía pensar en otra cosa, no pasaba mucho tiempo sin que volviera a pensar en él, lo que alejaba cualquier otro pensamiento, como si lo fortaleciera el hecho de que no se le prestara atención durante un instante."
"Pensaba que determinada decisión era la correcta, e inmediatamente me preguntaba si al cabo de un rato no pensaría lo contrario. A veces sabía lo que debía hacer, pero me faltaba voluntad para pasar a la acción; y otras veces me sobraba voluntad, pero no movía un dedo. Y así, a fuerza de chocar conmigo misma, llegué a preguntarme cómo cambiar para no ser esa persona con la que tenía que pelearme sin fin y que me vencía siempre."
"La soledad bastaba para hundirme, como por efecto de la gravedad, en una depresión silenciosa. Intentaba pensar, y no podía pensar. Sentía que el estado habitual de mi mente era la ignorancia: su contenido me parecía insignificante. Tenía la impresión de que el estado habitual de mi mente y de mi cuerpo era la parálisis: cualquier alternativa que me planteaba era tan inalcanzable que no podía pasar a la acción, o mi sentido crítico anulaba cualquier acción que pudiera plantearme."