"-¡Pregunta al río, amigo! ¡Escucha su risa! ¿Realmente crees que has cometido tú esas necedades para ahorrárselas a tu hijo? ¿Acaso puedes protegerlo contra el Sansara? ¿Y cómo? ¿Con la doctrina, con oraciones, advertencias? Amigo, ¿has olvidado totalmente aquella historia, la del hijo de un brahmán, llamado Siddharta, que me contaste, aquí mismo? ¿Quién ha protegido del Sansara al samana Siddharta? ¿Quién del pecado, de la codicia, de la necesidad? ¿Lo pudo custodiar la piedad de su padre, las advertencias de los profesores, sus propios conocimientos, su propia búsqueda? ¿Qué padre o qué profesor han conseguido evitar que él mismo viva la vida, se ensucie con la existencia, se cargue de culpabilidad, beba el brebaje amargo, encuentre su camino? Amigo, ¿acaso creías que ese camino se lo podías ahorrar a alguien? ¿Quizá a tu hijo, porque lo amas y desearías ahorrarle penas, dolor y desilusiones? Aunque te murieras diez veces por él, no conseguirías apartarlo en lo más mínimo de su destino."
Genial este párrafo de Herman Hesse, ese miedo que todo padre siente sobre el destino de su hijo, esa sobre protección, el querer evitarle todo sufrimiento, ya que es un pájaro joven que no sabe nada sobre la vida, al que todos pueden engañar y no sabrá cuidarse de si mismo ni sobrevivir en la crueldad del mundo real.
Pues bien, a esos mismos padres, llegado el momento, nadie les ayudó ni les explicó lo que tenían que hacer en cada situación, lo fueron descubriendo por el camino. De eso habla este libro principalmente, de que la vida es un camino de descubrimiento, en todos los aspectos. De la vida, pero también de uno mismo. No hay destino, el camino es el destino en sí mismo, y nadie puede ayudarnos a caminar el nuestro.